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May 27, 2022
Hoy la comunidad científica nos provee de puntos claros y concretos sobre el cambio climático y su relación con las emisiones de gases de efecto invernadero: cómo medirlas, cuánto emitimos y cuál es el máximo que deberíamos emitir. La ciencia ya estableció cuál es el presupuesto disponible de dióxido de carbono (CO2) por emitir para no superar un aumento promedio de la temperatura global de 1.5°C. Son unas 500 mil millones de toneladas de CO2 en total. Hoy emitimos cerca de 40 mil millones de toneladas de CO2 al año. El presupuesto se va gastando y el límite se está acercando. Queramos verlo o no, los números están.
Sobre la pérdida de biodiversidad, sin embargo, no hay números ni tan claros ni tan mainstream. Sin duda, se encuentra estrechamente interrelacionada con el cambio climático. Pero, ¿es medible la biodiversidad? Si lo es, ¿Cómo se mide? ¿Hay un límite crítico del que no nos deberíamos pasar como sucede con el cambio climático?
Johan Rockstrom, profesor de ciencias ambientales sueco reconocido mundialmente por liderar la investigación sobre los límites planetarios, y Sir David Atenborough explican en su documental Romper los Límites que existen 9 límites planetarios principales. Similar al cuerpo humano, cuando valores como el colesterol o hierro en sangre establecen límites que denotan buena salud, los límites planetarios son categorías de salud planetaria cuyos límites no deberíamos superar. Éstos son:
Diseñemos una estrategia a medida
Esto se ve reflejado también en el estudio del WEF (World Economic Forum) llamado Global Risk Report, donde cinco de los principales riesgos de la economía mundial son ambientales, entre los cuales el cambio climático y la pérdida de biodiversidad se posicionan primero. No es difícil dimensionar los daños económicos que pueden generar eventos climáticos extremos, solo tenemos que imaginar inundaciones, huracanes, sequías e incendios y pensar en la infraestructura y bienes destruidos por éstos. Si bien calcular cuándo ocurrirán no es tarea fácil, nos podemos hacer una idea del impacto directo que el cambio climático puede tener en la economía y en nuestra vida cotidiana.
El término servicios ecosistémicos ha ganado gran popularidad, y hace referencia a todos los “servicios” que provee la naturaleza (es decir, los ecosistemas naturales funcionando saludablemente) de manera gratuita. Si, en cambio, fuera una compañía la que los ofreciera, muy probablemente estaríamos dispuestos a pagar por ellos. En regla general, estos servicios se clasifican en 4 categorías: servicios de apoyo, de abastecimiento, de regulación y culturales.
Los ecosistemas saludables proveen el oxígeno que respiramos y hasta son piezas clave para nuestra salud mental. En varios casos, la conexión es distante: los bosques en una sierra son los proveedores de agua de un pueblo a cientos de kilómetros, porque capturan el agua de lluvia o la humedad del aire, la almacenan y la dosifican a acuíferos y otros cuerpos de agua. ¿Cuánto vale ese servicio?
En ese sentido, existen estimaciones numéricas sobre la magnitud del aporte que hace la naturaleza a la economía. Algunas rondan los 125 trillones de dólares al año. En ella, existen protagonistas clave como las abejas y otros polinizadores cuyos servicios son extremadamente evidentes y cruciales. Algunas estimaciones apuntan a que los polinizadores aportan 217 mil millones de dólares a la economía cada año.
Es por eso que se vuelve tan importante y urgente cuidar la biodiversidad. Pero, ¿qué significa cuidar la biodiversidad? En buena medida, se trata de reducir nuestra intervención ya que tiene una gran capacidad de cuidarse y regenerarse a sí misma. Es, por ejemplo, cercar territorios y designar zonas marítimas de no extracción.
Netflix acaba de lanzar un nuevo documental, narrado por Barack Obama, llamado Nuestros grandes parques nacionales que expresa muy bien la necesidad de crear más espacios naturales protegidos. En línea con esto, existe un movimiento llamado Half Earth Project que argumenta que la mitad de la tierra y el mar deberían permanecer sin intervención. Otras fuentes, como TNC y NatGeo, aseguran que, bien elegidos los territorios, es suficiente con dejar un 30% sin intervención humana.
Felizmente vemos algunos avances en esta línea: en la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26) se firmó una coalición de 70 países, conocida como la High Coalition for Nature and People (HAC), para proteger al menos un tercio de sus tierras y mares.
Entonces, ¿cómo hacemos para lograr medir de manera concreta y escalable el estado de la biodiversidad de manera local? Existen varios esfuerzos de innovación para desarrollar nuevas formas de monitoreo de biodiversidad. Un caso interesante para seguir de cerca es el de Xprize, que está llevando adelante una competencia de 5 años en esta línea.
Mientras tanto, podemos seguir pensando: ¿qué estamos dispuestos a hacer hoy para cuidar la biodiversidad de la cual tanto dependemos?
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