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March 2, 2024
En la intersección entre el cambio climático y el desarrollo económico, se vislumbra un vínculo cada vez más claro. El reciente informe del Foro Económico Mundial reitera esta conexión al señalar que cinco de los diez principales riesgos económicos a largo plazo están relacionados con desafíos sociales y ambientales.
Tomemos el caso de Estados Unidos como ejemplo: en la actualidad, 239 empresas de la lista Fortune 500 han asumido compromisos climáticos. De ellas, el 39% se ha comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono antes de 2050.
Esta tendencia no es exclusiva de Estados Unidos; es un fenómeno global motivado por diversas presiones a las que se enfrentan las organizaciones. Entre estas presiones se destacan la necesidad de anticiparse a las regulaciones en aumento, fortalecer la relación con los consumidores, consolidar la imagen como empleador de elección y satisfacer las expectativas de clientes y accionistas.
La medición de la huella de carbono es un paso fundamental porque proporciona una base sólida sobre la cual actuar. Sin esta información, cualquier esfuerzo por reducir o compensar nuestras emisiones sería meramente especulativo.
La medición nos permite identificar las principales fuentes de impacto, lo que facilita la priorización y la implementación de un plan de reducción para desarrollar una estrategia de negocios baja en carbono en el mediano o largo plazo. Las estrategias de carbono son la columna vertebral de cualquier estrategia ambiental.
La huella de carbono puede dividirse en tres principales alcances:
Diseñemos una estrategia a medida
Centrar la atención solo en las emisiones directas (Alcance 1) y las emisiones indirectas asociadas al consumo de energía (Alcance 2) puede resultar insuficiente. Para muchas empresas, las emisiones del Alcance 3 pueden constituir más del 80% de su huella de carbono total, lo cual hace crucial su medición para la toma de decisiones.
Esto implica abarcar las emisiones indirectas que se producen en la cadena de valor de la organización, tanto aguas arriba como aguas abajo, como por ejemplo los impactos en la producción de bienes adquiridos, los servicios contratados, el transporte y distribución de productos no controlados por la organización, así como las emisiones provenientes del uso y fin de vida de los productos vendidos.
Medir es el primer paso. El verdadero desafío es usar esa información para efectuar cambios significativos. Esto puede incluir desde la optimización de procesos, la transición hacia fuentes de energía renovable y/o el rediseño de productos o servicios para minimizar su impacto ambiental.
La medición señala el camino, que luego debe ser seguido por el desarrollo de una estrategia integral adaptada a la organización. No se trata solo de medir emisiones, sino de incorporar la sostenibilidad en cada área clave del negocio.
Abordar desafíos complejos requiere una combinación de conocimientos hard ambientales, competencias soft y un profundo entendimiento del negocio. Trabajar con una visión sistémica, a través de la acción informada y colaborativa, es fundamental para transformar estos desafíos en oportunidades.
Las organizaciones líderes serán aquellas que logran integrar las variables ambientales a sus modelos de negocio.
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